En muchos matrimonios, los conflictos relacionados con la educación y disciplina de los hijos pueden ser una fuente de grandes problemas. Aunque los hijos son una bendición inmensa, a menudo nos resulta difícil guiarlos y prepararlos adecuadamente para la vida que les espera. Desde el nacimiento, cada niño es un libro en blanco cuyas primeras páginas somos nosotros, los padres, los encargados de escribir.
En la actualidad, muchas familias enfrentan serios desafíos con la crianza de sus hijos y se sienten perdidas sobre cómo manejar estos conflictos. Lamentablemente, algunos terminan por rendirse y permiten que sus hijos crezcan sin la orientación necesaria, dejándolos a su suerte debido a la frustración de no saber qué hacer.
Todos los seres humanos tienen necesidades fundamentales que deben ser satisfechas por sus padres. Los niños necesitan sentir el amor incondicional de sus padres, protección y aceptación. Deben aprender a experimentar el perdón cuando cometen errores y recibir una guía que les enseñe a enfrentar miedos y fracasos. Necesitan orientación para levantarse tras las caídas.
El comportamiento de los niños refleja lo que los padres siembran en ellos:
- Si un niño vive criticado, aprende a condenar.
- Si un niño vive con hostilidad, aprende a pelear.
- Si un niño vive sin aprobación, aprende a quejarse.
- Si un niño vive avergonzado, aprende a sentirse culpable.
- Si un niño vive con aceptación, aprende a amar.
- Si un niño vive con perdón, aprende a perdonar.
- Si un niño vive con tolerancia, aprende a ser tolerante.
- Si un niño vive con estímulo, aprende a confiar.
- Si un niño vive apreciado, aprende a apreciar.
- Si un niño vive con equidad, aprende a ser justo.
- Si un niño vive con seguridad, aprende a tener fe.
Como nos recuerda Proverbios 22:6: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él.” La promesa de Dios es maravillosa: si instruimos a nuestros hijos en los principios del Reino de los Cielos, ellos seguirán ese camino y disfrutarán de los beneficios de vivir una vida de obediencia al Señor.
El verdadero camino para educar a nuestros hijos comienza con el ejemplo. Deben verte buscando a Dios, respetando Su palabra y practicando Sus enseñanzas. La mayor causa de rebeldía en los jóvenes es cuando los padres les piden hacer lo que ellos mismos no hacen.
Una familia saludable es aquella en la que el padre ejerce su función como líder espiritual del hogar. Un padre que modela los principios del Reino y que pone el crecimiento espiritual de sus hijos como su prioridad principal.
La educación y la disciplina de los hijos es una misión de los padres, no de la escuela ni de la iglesia. La mayor responsabilidad recae en el padre, pues Dios le ha otorgado la autoridad y la responsabilidad sobre su hogar.
Es crucial evitar la sobreprotección. Los niños que son sobreprotegidos a menudo desarrollan actitudes egoístas y creen que el mundo debe rendirles pleitesía. Además, pueden adaptarse fácilmente a las comodidades y luego enfrentar grandes dificultades para desarrollarse por sí mismos en la adultez.
Invierte tiempo de calidad con tus hijos. Dedica tiempo a hablar con ellos e instruirlos desde la más tierna edad. Los hijos que establecen hábitos de comunicación con sus padres desde pequeños tienden a tener una mejor relación durante la adolescencia.