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En muchos matrimonios, es común sentir frustración y agotamiento debido a la actitud del cónyuge. Este es el caso de Sonia y Mario. Sonia está insatisfecha con la manera en que Mario toma decisiones y realiza ciertas acciones. Ella siente que Mario no toma en cuenta sus opiniones ni sigue sus consejos. Desde la perspectiva de Sonia, Mario debería tomar decisiones de una manera específica y en un momento determinado. Esta situación genera una gran frustración en Sonia, lo cual afecta negativamente su relación y crea una tensión constante.

Si no logran resolver esta situación pronto, el ambiente familiar puede volverse muy pesado y surgirán más problemas. Esta falta de acuerdo es muy común en muchos matrimonios. Entonces, ¿cómo pueden resolver esta situación? ¿Debe Mario ceder a las exigencias de Sonia? ¿O Sonia debe aprender a no presionar a Mario? ¿O sería mejor no hacer nada?

Enojarse e intentar imponer el propio criterio nunca ha dado buenos resultados. Sin embargo, es la respuesta más frecuente entre los cónyuges. Algunos reaccionan de manera violenta, mientras que otros optan por la indiferencia o la pasividad. Ninguna de estas actitudes resuelve el conflicto. Con frecuencia, las decisiones tomadas cambian posteriormente, lo que provoca frustración y discusiones que dañan la autoestima de ambos.

La solución radica en que ambos estén dispuestos a escuchar y valorar los pensamientos y argumentos del otro, sin intentar imponerlos. Establecer un diálogo abierto permite a ambos expresar sus razones y decisiones. Esta oportunidad de escucharse atentamente ayuda a reconocer que ambos pueden tener razón en algunas cosas y equivocarse en otras. El resultado es que el matrimonio se enriquece en conocimiento, criterio y afecto.

Efesios 4:2 nos recuerda la importancia de la humildad: «con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor.» Mantener un diálogo constructivo requiere humildad, una actitud que rechaza el orgullo, la soberbia y la arrogancia. La humildad implica respetar y no ofender a tu cónyuge, incluso cuando crees tener la razón.

Si, después de escucharse atentamente y con la actitud correcta, persisten las diferencias, es momento de arrodillarse y orar juntos a Dios para pedir sabiduría en la toma de decisiones. Para lograr esta actitud, es esencial crecer espiritualmente. Sin fortaleza espiritual, es casi imposible actuar con la paciencia y humildad necesarias.

Mateo 18:19 afirma: «Además les digo, que si dos de ustedes se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por Mi Padre que está en los cielos.» Dios honra el acuerdo en el matrimonio cuando buscan soluciones a sus conflictos y toman decisiones importantes para la familia. Conversa con tu pareja hoy mismo. Pídele perdón y propón hablar de los conflictos con una nueva actitud de valoración y búsqueda de soluciones en paz y con la sabiduría del Señor.

Tu matrimonio y familia son el tesoro más valioso que Dios te ha dado ¡CUÍDALO!

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