El matrimonio, una relación que florece como una planta requiere cuidado y atención constante para prosperar. Al igual que cualquier otra cosa valiosa en la vida, necesita ser nutrida y cuidada para alcanzar su plenitud y éxito. La analogía entre el matrimonio y una planta no podría ser más acertada: ambos necesitan ser regados con regularidad, recibir aire fresco y la cantidad adecuada de luz, así como ser alimentados con los nutrientes necesarios para crecer fuertes y saludables.
Si una planta no recibe la atención que merece, si no se le da agua ni se le abona, poco a poco comenzará a marchitarse y, eventualmente, podría morir. Lo mismo ocurre con el matrimonio. Muchas relaciones han llegado a su fin debido a la falta de atención y cuidado a lo largo del tiempo. Como las plantas, el matrimonio da señales de advertencia cuando está siendo descuidado y necesita atención. Sin embargo, si se atiende a tiempo, la relación puede recuperarse. Incluso aquellas que parecen estar al borde de la muerte pueden revivir si se les brinda el cuidado y la atención adecuados, con la orientación correcta.
El pasaje bíblico en Efesios 5:25-27 ofrece una poderosa enseñanza sobre el papel del esposo en el matrimonio. Se compara al esposo con un jardinero, responsable de cuidar y nutrir a su esposa, la planta en este jardín del amor. Si el esposo cumple con este deber, la esposa florecerá, radiante y hermosa. Lo más notable es que el jardinero, es decir, el esposo, será el principal beneficiario de este florecimiento.
La instrucción divina es clara: el esposo debe amar a su esposa con tal intensidad y determinación que esté dispuesto incluso a dar su vida por ella. Amar significa prestar atención, brindar servicio, cuidado, protección y delicadeza. Esta atención constante y amorosa es como el agua fresca que da vida a la mujer, mientras que la palabra de Dios actúa como un poderoso abono que le otorga vitalidad y belleza.
En resumen, la responsabilidad de mantener un matrimonio saludable recae principalmente en el esposo, pero ambos cónyuges deben estar dispuestos y comprometidos. Si siguen la guía divina y ponen en práctica estos principios, cosecharán la promesa de un matrimonio sólido y duradero, lleno de amor, felicidad y todas las bendiciones que la vida tiene para ofrecer, juntos y para siempre.
En el Libro de 1 Pedro 3:7 dice:Y vosotros, maridos, igualmente, vivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas. Dios da una instrucción más al hombre para tratar a la mujer con suavidad y delicadeza, dándole el honor que ella merece. Si un hombre ora, pero no atiende a su esposa de acuerdo a este verso, sus oraciones no llegarán. Dios diseñó al hombre para que sea el pro-activo de la relación, o sea el que tenga la iniciativa para hacer lo que tiene que hacer como esposo, siguiendo las instrucciones de Dios. La mujer fue diseñada para ser reactiva en la relación; o sea que la mujer reacciona según su esposo la trate. Así fuimos diseñados.
El aporte de la mujer a la relación, tiene que ver con el respeto, aprecio, apoyo y admiración que le brinda a su esposo. Una mujer que no respeta a su esposo, está cometiendo una falta a la autoridad de Dios en su casa.Una mujer sabia edifica su hogar.Una mujer sabia, usa sus encantos naturales, sus dones y talentos para ganarse a su esposo, hasta sin palabras, pero con una conducta casta y respetuosa. Debe orar y bendecir a su esposo constantemente.En este caso, el respeto y apoyo al esposo es como el agua fresca que necesita la relación; y la oración es como el abono orgánico que alimenta la relación con su esposo.
Tu matrimonio y familia son el tesoro más valioso que Dios te ha dado ¡CUÍDALO!