La actitud de pedir perdón y perdonar es una herramienta poderosa que sana, libera y restaura. Necesitamos el poder del perdón para alcanzar la paz en nuestra vida.

Los seres humanos enfrentamos muchas circunstancias que nos sumergen en dramas y emociones que alteran nuestra vida, afectándonos en diversas áreas. Muchas de estas circunstancias nos causan dolor y frustración. A veces, somos nosotros quienes provocamos dolor y sufrimiento a otras personas. Aquellos con quienes más nos exponemos a herir y ser heridos son los más cercanos a nosotros: el cónyuge, los hijos y los familiares.

Es imposible no herir ni ser herido en esta vida. Esta realidad nos alcanza a todos, en mayor o menor medida. Las ofensas son vectores venenosos que atacan a una persona, depositando en ella frustración, rechazo, rencor, dolor y deseos de venganza. Si ese veneno no se elimina del sistema emocional, la persona herida será influenciada por estos sentimientos negativos, lo que puede conducirla a la rebelión o a una depresión severa.

En Santiago 3:2 leemos: «Todos ofendemos muchas veces.» Y en Mateo 6:14-15: «Por tanto, si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.»

Es evidente que todos los seres humanos ofendemos muchas veces, a menudo inconscientemente. Sin embargo, la instrucción de Dios es clara y mandatoria: debemos perdonar. Dios no nos da otra opción.

En Mateo 18:21-22, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: «Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?» Jesús le respondió: «No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.»

Debemos perdonar siempre, haciendo del perdón una actitud y un estilo de vida. Si la naturaleza humana tiene la debilidad de ofender muchas veces, necesitamos desarrollar una actitud perdonadora, reflejo de Jesucristo, quien vino a enseñarnos a perdonar incondicionalmente y hasta la muerte. Necesitamos imitarlo para fortalecer y madurar espiritualmente. No es fácil, pero es posible. Como dice la palabra de Dios: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13).

En el mundo actual, más que nunca, vemos a una humanidad cada día más llena de rencores, odio, tristeza y depresión. Necesitamos el poder del perdón.

La única manera de alcanzar ese nivel de perdón es conectarnos a la fuente del perdón: Cristo Jesús. Esto se logra mediante una relación cercana con Él, buscando su presencia cada día, leyendo su palabra, asistiendo a la iglesia y tomando la decisión de obedecerle incondicionalmente. Entonces, obtendremos el poder del perdón y la paz que tanto anhelamos.

Si necesitas el poder del perdón, comienza por pedirle perdón a Dios por haber guardado rencor y endurecido tu corazón. Aunque hay cosas muy difíciles de perdonar, el mandato es incondicional, porque es la única forma de obtener la paz que necesitamos. Una vez libres del rencor, podremos lidiar con los problemas de una manera diferente y más edificante.

Toma la decisión hoy mismo de vivir con una actitud perdonadora hacia tu pareja. No cuestiones más su naturaleza imperfecta. Conéctate a Dios, perdona a la manera de Dios y obtendrás la paz a la manera de Dios.

Si no logras perdonar, busca apoyo en un líder espiritual capacitado. No te quedes con el veneno, porque es mortal y puede destruir tu vida y la de las personas a tu alrededor.

Para perdonar a la manera de Dios, habla con cada una de las personas que te ofendió y expresa tu dolor con el único propósito de perdonar y sanar. Si la persona ya no está, hazlo con tu pastor o líder espiritual. Hazlo pronto. Cuanto antes elimines el veneno, antes recibirás la paz y la prosperidad que anhelas.

Tu matrimonio y familia son el tesoro más valioso que Dios te ha dado ¡CUÍDALO!

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