Los hijos son un regalo hermoso y una verdadera bendición de Dios para el Matrimonio, no para los padres por separado.
Dios nos confía en los hijos para que los preparemos para ser hijos de Dios, para que puedan enfrentar el futuro con éxito. Y para lograr eso, nuestros hijos necesitan primeramente alimento espiritual y estabilidad emocional.
El alimento espiritual se los proveemos enseñándoles y modelándoles principios de vida. Debemos llevars a la Iglesia, enseñarles a amar a Dios, leer la Biblia con ellos y hablarles de los valores espirituales y morales.
La estabilidad emocional de los hijos está determinada por la estabilidad del matrimonio. En el diseño de Dios, los niños necesitan ver a sus padres amándose, abrazándose, compartiendo juntos, orando juntos, etc. Ellos necesitan el equilibrio de la presencia del padre y la madre. Ellos necesitan del amor y el cuidado de ambos.
La ciencia ha demostrado que la ausencia de alguno de los padres produce inestabilidad emocional en los hijos, especialmente si los ven ocasionalmente. Los niños no entienden porque sus padres están separados. Es una crueldad negarle a los hijos el derecho y la necesidad que tienen de sus dos padres.
A medida que los hijos exigen tiempo y atención, es esencial no descuidar la relación de pareja. Programar tiempo de calidad para estar juntos, ya sea en una cita nocturna o simplemente pasar tiempo juntos en casa, fortalece el vínculo y recuerda a ambos la importancia de su relación.
La mayoría de los padres dicen amar mucho a sus hijos, pero deben entender que amarlos no es consentirlos ni comprarles cosas. Amarlos verdaderamente es suplirles sus necesidades fundamentales; y la primera de ellas es la estabilidad de un hogar con papá y mamá. Fuera de esta realidad es puro egoísmo y orgullo.
Las prioridades establecidas por Dios para que una familia reciba las bendiciones de EL hijo: primero una relación con EL nuestro como Padre Celestial, por medio de la obediencia a su palabra; en segundo lugar el matrimonio y en tercer lugar los hijos. Matrimonio sano = Hogar saludable y estable = hijos sanos y estables.
La razón por la cual hoy en día hay tantos jóvenes extraviados, con problemas de drogas, promiscuidad sexual, violencia, etc; es porque los padres en su ignorancia, egoísmo y orgullo no le han dado a sus hijos lo que principalmente ellos necesitan: un hogar donde reine el amor y la armonía.
Los cónyuges pueden tener enfoques diferentes en la crianza. Es crucial respetar estas diferencias y trabajar juntos para encontrar soluciones y estrategias que beneficien a los hijos ya la relación.
Los padres deben entender que si se puede tener un hogar sano y estable aunque haya diferencias entre ellos, pero tienen que tomar la decisión de ser humildes y tomar la decisión de amarse mutuamente para poder darle a sus hijos lo que ellos verdaderamente necesitan.
El matrimonio y los hijos son dos dimensiones importantes de la vida familiar. Navegar este viaje requiere paciencia, compromiso y comunicación constante. Al trabajar juntos para criar a los hijos en un ambiente de amor y apoyo, y al mantener la conexión de pareja, se puede crear un equilibrio saludable que enriquezca tanto la relación conyugal como la parental. En última instancia, el matrimonio y la parentalidad pueden coexistir de manera armoniosa cuando se abordan con amor, respeto y colaboración.
Tu matrimonio y tu familia es el tesoro más valioso que Dios te ha dado.
Meditar en la palabra de Dios, declararla diariamente en nuestra vida y ponerla en práctica,
nos conducirá a la prosperidad y al éxito. Josué 1:8