Muchos matrimonios sueñan con la posibilidad de cambiar la personalidad o comportamiento de su pareja. Se esfuerzan de diversas maneras, desde enfoques amables hasta tácticas menos amigables, buscando un cambio. Sin embargo, a menudo se encuentran agotados por sus intentos y se enfrentan a la disyuntiva entre resignarse o poner fin a la relación.
Resignarse no es una opción saludable, ya que puede apagar la chispa de la vida, minar la autoestima y conducir a la depresión, dejando la sensación de que la vida carece de sentido.
Por otro lado, terminar la relación tampoco es una solución ideal, ya que conlleva consecuencias negativas para ambos miembros de la pareja y, si hay hijos, para ellos también. Además, puede generar estrés emocional y dificultades económicas.
¿Entonces, cuál es la alternativa más adecuada?
La respuesta podría estar en la sabiduría compartida en pasajes como Colosenses 3:13-15, Efesios 4:1-3 y 4:31-32, Santiago 5:9 y 1 Juan 4:7. Estos textos invitan a practicar la tolerancia, el perdón, la humildad y la compasión en el seno de la relación.
Es evidente que Dios no nos llama a intentar cambiar a nuestra pareja, sino a aceptarla y amarla tal como es. Sorprendentemente, aceptar y amar a nuestra pareja puede ser el primer paso para que ella misma busque cambios positivos. Cuando nos sentimos aceptados y amados, es más probable que estemos dispuestos a considerar las necesidades y deseos de nuestra pareja.
En resumen, la mejor manera de influir en tu pareja es aceptarla y amarla sin condiciones. Es importante comunicar nuestras necesidades y deseos de manera amorosa y respetuosa, pero sin presionar ni exigir cambios.
La oración también puede desempeñar un papel fundamental. Al orar por nuestra pareja, sin buscar cambiarla, estamos abriendo la puerta a la posibilidad de transformación, guiados por la sabiduría divina.
Si has herido a tu cónyuge tratando de forzar un cambio, es importante reconocerlo y pedir perdón sinceramente. Más bien, ofrécele tu disposición a abordar la relación de una manera más alineada con los principios de amor y respeto divinos.
Tu matrimonio y familia son el tesoro más valioso que Dios te ha dado ¡CUÍDALO!
